29.1.16

Sí, tú eres el padre de mi hijo.

Hola, saludos de La Moquette Brunette

Esta ciudad cada día me enamora y me impresiona más. Sus calles, su gente, su olor… Todo ella es maravillosa. Gracias por acogerme y hacerme sentir en casa Madrid. 

Después de esta profunda –aunque un tanto raquítica–  “muestra de amor”, quiero contaros algo que me pasó yendo por los submundos, es decir, el metro. Tengo una relación amor-odio con él, pues no puedo evitar sentirme como enterrada en vida. Aunque, a veces, es un auténtico placer tener que usarlo. Te encuentras a verdaderos artistas, de los de verdad, de los que sienten lo que hacen, lo aman, lo viven, lo sufren y te lo transmiten. Son de esos que logran erizar cada vello de tu cuerpo. 

Hace unas semanas estaba blasfemando por tener que utilizarlo y porque –¡qué raro!– me equivoqué de dirección. No os vayáis a pensar que me pierdo en él, simplemente me evado… Me abstraigo, me sumerjo en un MI MUNDO y empiezo a soñar –más bien a ajustar mi agenda una y otra vez… já; yo me creo que así soy capaz de optimizar el tiempo–. 

Como tuve mi lapsus, evidentemente, tuve que cambiarme de andén para coger la dirección correcta. En ese momento quería empezar a llorar y a gritarle al primero que me hablara, pero algo me detuvo. Alguien, una chica. Ya sentadas en el vagón cogió su teléfono y empezó a hablar. Alto, muy alto. Su voz retumbaba en las paredes del metro, imaginaos. Lo más sorprendente de todo es que no estaba discutiendo, ¡estaba contando chistes! 

Tenía un mando especial; esos que pueden hacer sonidos de aplausos, abucheos, pitidos, etc. Utilizaba situaciones completamente normales y hacia una caricatura de ellas, para mi fue mágico. Ahora mismo estaréis pensando que seguro no era para tanto, pero yo no suelo reírme con esas cosas. Es raro que alguien consiga hacerme reír con un chiste, al menos. Aún así el motivo principal de mi repentino ataque de risa fue ella, lo sé. Me tenía completamente hechizaba. Emanaba un aura especial, una paz… Parecía tan despreocupa y tan natural. Envidiablemente fresca y radiante. 

Al llegar a la siguiente parada ocurrió lo mejor,  sacó de su pequeña mochila una “falsa tripa” y se la puso. Ahora fingía ser una mujer embarazada; utilizó los tópicos para denunciar la falta de consideración y apoyo con la que se encuentran muchas mujeres que están en estado de buena esperanza. Pero no quedó ahí la historia, su majestuoso monologo lo realizó mirando a un chico que estaba en el vagón al que, finalmente, acusó. Se quejó de que la hubiera abandonado y le dijo: “Sí, tú eres el padre de mi hijo”. Las risas no tardaron en llegar y, aún menos, los aplausos. 

Al terminar me dio una gran lección. Esa chica es todo un ejemplo de superación y valentía. Al despojarse de la tripa falsa también se retiró la peluca que llevaba. Nos agradeció muchísimo la atención y los aplausos, lo había pasado tan mal durante tanto tiempo que ahora sólo quería reírse sin preocuparse de nada más. Quería conocer gente y enseñarles que con muy poco se puede ser feliz. A mi, particularmente, me recordó lo afortunada que soy de estar sana. Y, como bien dijo ella, “si tienes salud, tienes la base fundamental para hacer y ser lo que quieras". “Soñar y reír es sinónimo de vivir”,  fue lo último que dijo antes de partir.



Gracias, estés donde estés. 

26.1.16

Él (II)

Bienvenid@s, aquí está otra vez La Moquette Brunette. 

…y tuve sensaciones que llevaban demasiado tiempo alejadas de mi piel. Un escalofrío erizó cada vello de mi cuerpo. No sabía exactamente lo que era, pero se parecía mucho al deseo. En ese momento no lo pensé dos veces y dije que sí. No reflexioné y no analicé que estaba siendo la segunda, otra vez. Quizás decidió escribirme para complacer a Mónica o, simplemente, para impresionarla –puede que ella le hubiera comentado que a final de año volvería a Madrid–. Pero también cabría la posibilidad de que me hubiera escrito porque le gusté; me temo que ya no lo sabré. 

Esa mañana pasó muy deprisa. Como todos los lunes, empecé con mi desayuno de campeona (RECETA: yogurt griego, avena, fresas, kiwi y plátano. A veces, le pongo un poco de canela o de esencia de vainilla, ¡delicioso!); luego me relajé en mi preciosa bañera. Al salir, muerta de frío, me enfrenté a lo más difícil del día: elegir el outfit

Quería mis dos “S” –segura y sexy–; pues debía parecer una mujer fuerte, que sabe lo que quiere y, sobe todo, que se quiere. También debía tener en cuenta que no iba a ir directa a la cita, pues primero me esperaba una divertidísima mañana en la oficina. Finalmente lo tuve claro: pantalones palazzo y camisa blanca. Como iba tan sobria,  jugué con los complementos y decidí darle a mis labios ese rouge intenso que los vuelve locos (TIP para las chicas). 

Al llegar a la oficina todo el personal estaba reunido para fijar los objetivos de la semana –sí, llegué tarde–. Estas sesiones suelen ser bastante largas y tediosas; pero la emoción y las ganas de que llegara la hora de comer hicieron que volara el tiempo. Hice algunos recados y, antes de que me diera cuenta, recibí la ansiada llamada. Él estaba en el vestíbulo esperando. Lo primero que vi al bajar fue su preciosa y esbelta figura. Se le veía un tanto nervioso –sus manos lo confirmaron–; pero a la vez emanaba un alto grado de autoconfianza. Dos besos y una rosa, ¡qué romántico! 

Yo solo tenía dos horas para comer, así que decidimos quedarnos por la zona y no adentrarnos en el terrible tráfico que suele haber a estas horas. Me llevó a Santceloni, –es difícil acceder a este restaurante sin reserva, pero si eres “amigo” de chef todo es posible– dijo Él. Todo iba de maravilla, su caballerosidad me dejó anonada. Hacía muchísimo tiempo que nadie me abría la puerta o que me retiraba la silla. Pero –siempre tiene que haber uno en esta vida– todo empezó a estropearse cuando vinieron a pedirnos la orden, ¡no me dejó ni mirar la carta de entrantes! Eligió lo que le pareció para ambos, lo mismo hizo con las bebidas, primer plato, segundo y, ¡oh no!, con el postre. Por otro lado, no dejó de hablar  –más bien chillar– en tooooda la comida; ni siquiera a la hora de masticar… La situación se hizo cada vez más y más insoportable, tuve que retirarme un momento para respirar. 

Ya en el baño, sin contener las lágrimas, me empecé a desahogar (le escribí un mensaje, para nada educado, a Mónica y le conté todo lo que estaba pasando). ¡Cómo una persona que parecía tan perfecta podía ser así! A pesar de todo, decidí que una mala cita no iba a poder conmigo. Pero las expectativas eran tantas que la situación, como mínimo, se merecía mis lágrimas de rabia. Justo cuando ya estaba preparada para acabar con este desastre, sentí que alguien entró en el  baño. Al darme la vuelta vi que era Él y… ¡fue directo a por mi cuerpo y mis labios! No pude hacer otra cosa que empujarlo. En ese momento se dio cuenta del error, pensó que yo había ido al baño con la intención de que me persiguiera porque “no podía esperar más para tenerlo entre mis piernas”. Lamentando mucho la situación le dije que era la persona más indeseable que había conocido y me marché antes de que pudiera responderme. 

El paseo hasta llegar al trabajo lo pasé entre sonrisas y lágrimas. Decidí bloquearlo y tacharlo para siempre de mi lista de contactos. Cita terminada, cita olvidada –del todo no, como podéis ver–. Lo más importante es que me prometí a mi misma que jamás volvería a aceptar una cita con un hombre que se hubiera interesado primero en una amiga, también me prometí estar alerta ante las señales y no dejarme embaucar por el falso encanto seductor de nadie más. 



¡Hasta pronto!

25.1.16

ÉL (I)

Hola a tod@s, bienvenidos al mundo de La Moquette Brunette.  

Casi un mes ha pasado ya desde que me ocurrió lo que os voy a contar. Ya os dije que soy una intensa y me acuerdo cada día de este trágico episodio de mi vida… Gracias a Él he decidido que odio las primeras citas. 

Os confieso que no soy muy dada a salir. Tras arduas experiencias he descubierto que el mundo nocturno no es el que más me gusta; pero también he de confesar que  tengo como norma no rechazar Margaritas, Cosmopolitans, Martinis ni Gin&Tonics.  Mis queridas amigas, sobre todo Mónica –cuando vuelve a Madrid SIEMPRE ocurre lo mismo–, tenían ganas de cenar bien, tomar más y de tontear.  

Fuimos a un gastrocirco gourmet , no tenía ni idea de que en mi ciudad existieran sitios así, pero claro, vivo en Madrid… ¡Aquí todo es posible! La cena fue bastante tranquila; al contrario de lo que me esperaba, Monica y Colette no discutieron. Con ellas suele ocurrir lo mismo que con la dinamita y el fuego… Al final de la noche estaba fascinada, la comida y el espectáculo que ofrecieron en el Zoé Inusual Club no pudieron ser mejor.

Decidimos que esa noche, por ser la del reencuentro, nos iríamos a dormir todas juntas a un hotel. Ya sabéis… Cointreau entre confidencias y risas. Pero cuando nos dirigíamos a la que sería una de las noches más memorables de nuestras vidas, apareció Él. Como no, Colette corrió –más bien decidió mostrar sus dotes de saltadora olímpica– a presentarse sin dejar que el alto moreno emitiera una sola palabra. Llevaba unos cuantos minutos observándonos desde la distancia, acariciando su copa y bebiendo de manera lenta y provocativa… Disfrutando cada sorbo de su Dry Martini. Sí, ya me había fijado en Él. 

Mandíbula fuerte, sonrisa impecable y barba cuidada.. Él –de la manera más educada y sofisticada posible– ignoró por completo a Colette y le preguntó a Mónica cómo se llamaba. Colette se apresuró a pedir la cuenta, se encontró ante “la situación más humillante que había vivido en su vida” y solo quería correr. Ya sabéis, momento Tierra trágame. La situación empeoró, pues Él ya había pagado por nosotras. Mónica, sin ocultar su fascinación, se presentó. Declinó rápidamente su invitación para ir a tomar algo más y le agradeció la cena; aún así intercambiaron los teléfonos y acordaron verse de nuevo. 

Al salir tuvimos la suerte de encontrar un taxi. Me apresuré a darle rápidamente la dirección del hotel, pero ya sabia que se avecinaba tormenta…La paz con ellas siempre es efímera. Colette decidió marcharse a casa, dijo que la cena no le había sentado del todo bien. Mónica dijo estar cansada y prefirió retirarse también. No hablaron en todo el camino, tampoco se despidieron cuando dejamos a Mónica en su hotel. Hoy, ya en enero de 2016, se encuentra en Florencia otra vez. 

Os confieso que volví a casa decepcionada, ¿cómo dos amigas pueden llegar a discutir por un hombre? A estas alturas seguramente no estaréis entendiendo nada, pues os he hablado de mi “odio hacia las primeras citas”. Y es así, Mónica antes de marcharse me dejó uno de sus “fabulosos regalos”. Por cuestiones de trabajo se vio obligada a adelantar el vuelo y no le dio tiempo a salir con Él, así que decidió darle a Mister Elegancia mi número de teléfono. 

Un lunes a las 7:00; sí, os lo prometo, recibí un mensaje de Él. Me dio los buenos días y me invitó a comer. Me dijo, con lo que ahora analizo que fue un cierto deje de arrogancia, que era el hombre que seguramente había estropeado “una fantástica cena entre amigas”. No sé por qué, pero me emocioné. Mi corazón dio un vuelco y… 

El resto os lo contaré después. 


Gracias por leer.

24.1.16

¿Prejui...qué?–Dijo Colette.

Bienvenid@s al mundo de La Moquette Brunette 

Hoy quiero hablaros de los prejuicios, esos dichosos juicios apresurados e infundados que no hacen más que cortarnos las alas; lo único que provocan es que temamos a la vida y que la dejemos pasar ante nuestros ojos sin disfrutar, nos cohiben y hacen que queramos cohibir también a los demás. Aún así, tampoco vamos a profundizar más. No soy ninguna experta y aquí, además, estamos para lo que estamos... La historia de hoy es así: 

Hace unas semanas, le dije a una persona (digamos que se llama Evita) que quería escribir sobre el amor –no el amor en sí mismo, sino las relaciones, los comportamientos que llevamos a cabo los seres humanos y nuestros impulsos–. Quería escribir sobre todo lo que envuelve a este sentimiento y reflexionar sobre el por qué de ciertas cosas. Ella, anonadada, quiso averiguar si hablaría "de la parte impura del amor". Sí, se refería a si hablaría sobre SEXO. 

Sin saberlo, me regaló mi primer post ( en realidad segundo, pero ya me entendéis). ¿Desde cuando acostarse con otra persona es algo impuro? Lo reconozco, estoy criticando a Evita; pero sin ningún cuidado acabo de meter un eufemismo. Realmente, en este punto necesito que me ayudéis... ¿Por qué somos tan pudoroso al hablar sobre nuestro propio ser?

El caso es que mi querida Evita abrió un debate en mi cabeza bastante interesante. Pasé varios días pensando en lo mismo, así que recurrí–como no– a mis amigas. Ahora, con las nuevas tecnologías (es decir, WhatsApp) todo se acelera; gracias a esta aplicación pude crear un grupo y nuestras apretadas agendas, al fin, no fueron un problema. Transporté el jaleo que tenía montado en mi cabeza a las de ellas. 

Todas, y a la vez, empezaron a escribir como locas llenas de indignación; querían expulsar a Evita del paraíso y "obligarla a dejar de ser mujer", como dijo Colette. Mi querida amiga es una extrema como yo; además, fue la más afectada (imaginaos lo activa que es) ... Se sentía bastante humillada y para nada representada por Evita, dijo de ella que es una mujer falsa, absurda y que lo que le pasa es que no disfruta. Según la conversación se subía de tono, la frené. Decidí olvidarme de la batalla que se había estado librando en mi cabeza y les hablé de los prejuicios. 

Cinco minutos, cinco laaaargos e intensos minutos pasaron hasta que Colette soltó su ya famoso "¿Prejui...qué?". Prejuicios, le aclaré. Nuevamente, decidió no ser razonable y no entender como una persona podía tenerlos. Habló de la degradación y del atraso mental que sufre la sociedad del siglo XXI. Metió temas como el machismo, la independencia de la mujer, la libertad plena de ésta sobre su cuerpo y sobre su sexualidad. Reflexionó también sobre las críticas y la importancia que tiene el "qué dirán" ; sobre el físico y la poca aceptación que tienen muchos del suyo propio; por último, manifestó su desagrado hacia los aspectos de nuestra cultura que, según ella, "minan a las demás". 

En definitiva, lo que quería decir Colette es que nuestro propio entorno es el que nos enseña a ser prejuiciosos. Tememos y apartamos de nuestras vidas a personas antes de tener la oportunidad de conocerlas sólo por su mera apariencia,  por sus gustos musicales o políticos, por sus aficiones y aspiraciones o, simplemente, porque le gusta el brownie con regalito... Rechazamos ayudar a otros porque desconfiamos de que el peligro al que se enfrentan sea real o nos levantamos de nuestro asiento en el autobús si a nuestro lado se sienta un mendigo, una adolescente embarazada o un transexual.

Gracias, Evita. Me has regalado un nuevo motivo por el que luchar. 


Y a vosotros, gracias por leerme, ¡hasta pronto! 

23.1.16

Bienvenidos

A partir de hoy queda inaugurado el mundo de la divagación sin sentido, el de los sueños y  la ilusión. 

Entrad y conoced a  La Moquette Brunette